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Las emociones son una parte fundamental del ser humano, por tanto es imposible pensar en la psicología sin ellas. Como no podía ser de otra forma, la psicología positiva también se ha preocupado de su estudio. Sin embargo, a pesar de su importancia y de que todos sabemos lo que son, aunque sólo sea por experimentarlas cada día, no nos suele resultar fácil definirlas.
Definamos un poco las emociones:
Una definición sencilla de qué son las emociones, para la psicología, podría ser la siguiente: un proceso psicológico que nos prepara para adaptarnos y responder al entorno. En esta definición se dan dos de las claves de lo que de forma clásica se entiende por emoción en psicología: adaptación y respuesta. Las emociones se tornan imprescindibles para la vida por estos dos aspectos, nos conducen a la acción (respuesta) y nos permiten sobrevivir (adaptación).
A pesar de que, como decimos, las emociones son un tema de difícil acuerdo, en el que cada persona podría aportar su definición, hay una serie de características en las que los psicólogos podemos concordar y que describen las emociones.
- Por un lado, las emociones van acompañadas de una serie de cambios fisiológicos: cambios en el sistema nervioso autónomo (ritmo del corazón, enrojecimiento), en el sistema nervioso central (activación o inhibición de zonas), secreción de hormonas o la expresión facial.
- En segundo lugar, siempre que se da una emoción se produciría una tendencia a la acción o al afrontamiento, lo que podríamos llamar un componente conductual. La agresión, la evitación o la curiosidad son, en general, acciones encaminadas a resolver el problema al que se enfrenta la persona.
- Además de esto tendríamos un componente cognitivo, es decir, una experiencia subjetiva de la emoción: el sentimiento correspondiente. De alguna forma, son signos de aviso que se hacen conscientes y reclaman nuestra atención.Así nos podemos sentir enfadados, indignados…
- Por último, podemos considerar las emociones como un sistema de análisis y procesamiento de la información.
Así, nuestro proceso emocional funcionaría de la siguiente forma. En un momento dado captamos un estimulo relevante, que funciona como desencadenante. Acto seguido se activa un proceso cognitivo, valorativo y se produce una serie de cambios fisiológicos, activación. Finalmente se produce una comunicación de esa emoción, la expresión emocional correspondiente. Todo este proceso lleva aparejado un efecto motivacional, tendente a la acción y, en general, adaptativo.
Habitualmente, de forma clásica, se consideran emociones básicas las descritas por Paul Ekman como universales. Estas emociones fueron deducidas a partir de sus estudios transculturales basados en el reconocimiento de las expresiones faciales (posteriormente, el mismo autor incrementó el número de emociones consideradas como básicas). Estas emociones serían: asco o repugnancia, alegría, ira, miedo, tristeza y sorpresa.
Estas emociones tendrían un origen biológico, debido a su importancia en la evolución y adaptación del ser humano. No resulta difícil imaginar como el miedo o la ira pudieron salvar la vida a alguno de nuestros antepasados. Este podría ser uno de los motivos por los que casi todas las emociones de esta lista tienen connotaciones que podríamos llamar negativas, entendiendo negativo como no deseable, y no como malo (no olvidemos en ningún momento su imprescindible función adaptativa). Salvo la alegría y, dependiendo del contexto, la sorpresa, no son emociones que en principio queramos experimentar. Además, estas emociones están implicadas en muchos problemas médicos y de comportamiento, lo que hace que hayan sido mucho más estudiadas que las que propone la psicología positiva.
Esto está muy bien pero ¿qué aporta la Psicología Positiva?
La psicología positiva se centrará en unas emociones distintas, en algunos casos, a las clásicas y que presentan tres inconvenientes para su estudio. Por un lado son menos numerosas, por otro, son menos diferenciables entre si (es más fácil confundirlas y son más difusas) y por último, plantean un problema respecto a la definición clásica de emoción, no conducen directamente a la acción.
Algunos ejemplos de emociones positivas podrían ser la alegría, el interés, el amor, la satisfacción… Como vemos , en efecto, no conducen a una acción de forma directa pero ¿podemos decir qué no conducen a una acción?
Aquí es donde la Psicología Positiva trabaja sobre una reconceptualización, o más bien, una ampliación del concepto de emoción. Según el modelo de ampliación y construcción de las emociones positivas (Barbara Fredrickson) ,estas emociones y sus estados afectivos relacionados tendrían una serie de efectos. Algunos de estos efectos, como la ampliación del foco de atención y cambios en la actividad cognitiva, nos llevarían a nuevas tendencias de pensamiento y ,por tanto y en último término, a la acción.
Cuando sentimos emociones positivas se amplía nuestro foco atencional, es decir, estamos pendientes de más estímulos que si ,por ejemplo,experimentáramos miedo, que absorbería toda nuestra atención.
Al mismo tiempo ampliaríamos nuestra tendencia de pensamiento y acción (todos tenemos la experiencia de querer hacer más cosas cuando tenemos un estado emocional positivo).
Esto provocaría un aumento de nuestros recursos personales. Adquiriríamos nuevas estrategias cognitivas, aumentando así nuestros recursos intelectuales, con el consiguiente incremento en la comprensión de situaciones complejas, mejorando además nuestro ajuste psicológico.
De esta forma seremos más activos, creativos y resistiremos mejor la adversidad, lo cual nos llevará a tener más emociones positivas, que a su vez nos ayudaran a ampliar nuestras tendencias de pensamiento y acción, iniciando nuevamente el proceso.
Experimentar emociones positivas nos ayudará a mejorar nuestro bienestar subjetivo, a tener más esperanza y optimismo, a experimentar más experiencias de flujo e, incluso, nos puede ayudar a contrarrestar tendencias depresivas.
Finalmente, ¿qué podemos hacer?
La psicología positiva propone una serie de herramientas para incrementar la experimentación de emociones positivas, distribuidas en tres tipos de intervenciones.
Intervenciones orientadas al pasado:
En este caso no tratamos tanto de emociones sino del pensamiento sobre el pasado y la interpretación que le damos. La gratitud y el perdón vuelven a resultar estrategias muy útiles para ampliar los buenos recuerdos por un lado y transformar el dolor, rencor o ira asociados a los recuerdos por otro.
Intervenciones basadas en el presente:
Tratando el presente la psicología positiva diferencia los placeres y las gratificaciones como fuentes de emociones positivas. Las gratificaciones estarían basadas en el uso de las fortalezas personales y las mejores características de cada uno.
Los placeres serían mas sensoriales y efímeros, con menor intervención del pensamiento. Habría dos tipos de placeres, los corporales, todos sabemos de una u otra forma como incrementarlos, y los superiores, el éxtasis, el jubilo, la alegría…más complejos y variados.
La mejor forma de potenciar los superiores será prestarles una atencion consciente y deliberada. A esto la psicología positiva lo denomina saboreo. Compartir estas experiencias con otras personas haciéndoles participes de la importancia del momento y de alguna forma tomar instantáneas mentales de estas ocasiones serán técnicas que nos ayudaran también a conseguir incrementar estas emociones positivas o su influencia.
Intervenciones basadas en el futuro:
Aquí el optimismo, como tendencia a esperar que el futuro nos depare resultados favorables o bien como estilo atribucional, cobra una gran importancia. Técnicas como el disputing, o el rentrenamiento atribucional serán de gran ayuda.
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