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Desafortunadamente a lo largo de nuestra vida es común que tengamos que enfrentarnos a algún trauma de diverso tipo o ayudar a alguien a superarlo (la muerte de un familiar, un grave accidente… )
Cuando llegan estos momentos hay algunas ideas, creencias, que, estando muy extendidas, no solo no nos ayudan a superar el trauma si no que pueden llegar a dificultar nuestra tarea.
Sobre estas creencias erróneas, que pueden lastrar nuestros esfuerzos, tratan el artículo y podcast de hoy, que he basado en la recopilación hecha por Maria Dolores Avia y Carmelo Vazquez en el muy recomendable libro «Optimismo inteligente» ( el libro como podréis suponer no trata sobre los traumas si no sobre el optimismo desde el punto de vista de la psicología positiva, si os interesa os dejo el enlace a una pequeña introducción a la psicologia positiva con un indice de todos los temas relacionados que hemos tratado en el podcast)
Para aclarar a que me refiero con mitos o creencias erróneas sobre la superación del trauma comenzaré con un ejemplo que, aunque no es uno de los cinco mitos que trataremos, engloba a alguno de ellos y es extraordinariamente conocido. Lo que algunos han llamado, veremos que erróneamente, las cinco etapas del duelo.
En 1969 la psiquiatra norteamericana Elisabeth Kluvër-Ross publicó el libro «Sobre la muerte y los moribundos». Basándose en sus trabajos sobre la reacción de las personas cuando tienen que enfrentarse a su propia muerte explicaba la presencia de cinco etapas sucesivas por las que pasan las personas desde el mismo instante en que saben que van a morir, que su enfermedad es incurable.
- Negación de que les ocurra a ellos o de que no se pueda evitar ( es imposible, esto no puede estarme pasando a mi…)
- Ira contra su infortunio
- Negociación, intentos de cambiar lo que va a suceder con rezos, invocaciones, promesas… ( si mejoro comenzare a llevar una vida más sana, dejaré de fumar…)
- Depresión.
- Aceptación de su destino.
Desafortunadamente, este esquema explicativo se aceptó de forma acrítica como verdad (seguramente por lo natural y razonable que parece resultar) sin que hubiera ninguna evidencia empírica de la realidad del mismo.
En los últimos años, diversos estudios parecen confirmar que, como suponíamos, ni tienen que darse estas fases, ni tienen que seguir este orden. En definitiva, no existen unas etapas del duelo que podamos considerar universales.
El problema de este tipo de construcciones no radica en su adecuación o no a la realidad. Hay personas a las que pensar que existe este proceso y por tanto que su sufrimiento es normal y tendrá un fin les puede ayudar.
El fallo está en que muchas otras personas pueden pensar que deberían de sentir algo que no están sintiendo, que están haciendo un duelo de forma incorrecta o que hay algo mal con lo que sienten, con todas las consecuencias negativas que esto puede acarrear.
Es importante, en cualquier caso, que seamos conscientes de que no hay una forma correcta o incorrecta de superar un trauma o un duelo. Tenemos que darnos cuenta de que no todos experimentamos las cosas de la misma forma ni debemos esperar que alguien responda con su comportamiento a estos esquemas estereotipados.
Aunque este ejemplo parezca algo particular hay diversas creencias o mitos que están arraigados en nuestra vida y que pueden volverse contra nosotros.
Primer mito sobre el trauma: la depresión es inevitable.
Consiste en la creencia de una aparición casi universal de un malestar psicológico intenso tras el trauma o duelo que muestra unas características semejantes en intensidad y duración a las depresiones clínicas.
No quiero decir con esto que la tristeza no sea una reacción normal ante un trauma, discuto más bien la intensidad, la gravedad de esa tristeza.
Veamos un ejemplo: según un estudio de 1974 un 80-90% de las personas que han enviudado recientemente se encuentran inmersas en un estado de malestar anímico, sin embargo, si utilizamos criterios más estrictos de depresión como el DSM o el CIE la cifra se reduce a un 20-30% que realmente podemos considerar como clínicamente deprimidos.
Esta cifra, aun siendo muy superior a la de la población normal, nos hace pensar que la depresión no es la respuesta más común a un trauma si no más bien la respuesta de una minoría.
La suposición de que una depresión grave es inevitable hace que si tenemos esta idea nos enfrentemos a una realidad que es claramente contraria: hay muchas personas que no reaccionan de un modo trágico ante una perdida irreparable. Esto nos conduce a nuestra segunda idea errónea sobre los traumas.
Segundo mito sobre el trauma: El malestar es necesario e implica buena salud mental.
Este mito conste en pensar que si una persona no reacciona con depresión ante un trauma es porque hay algo malo en él (está negando la realidad, tiene una falta de apego…) o que, con el tiempo, el individuo acabará por derrumbarse psicológicamente. (Hay que insistir en que no estamos hablando de una falta de respuesta emocional o de sentimiento ante una perdida si no del grado de la misma).
La idea implícita que se esconde detrás de esto es que la depresión tras un trauma puede tener un valor terapéutico, es decir, que viene bien.
Esta idea puede llegar a provocar incluso que se culpe a la víctima por no sentirse tan mal como esperamos o por no exteriorizarlo. Sin embargo esta creencia parece estar profundamente equivocada.
Por un lado, la depresión no sólo no es necesaria para la superación de un duelo si no que, en general, actua frenando la recuperación frente a un trauma.
Por otro lado, es muy poco probable que una de las personas que no están mal o no han reaccionado depresivamente acaben desarrollando algún tipo de crisis emocional con el tiempo.
En resumen, la idea de que la depresión o el sufrimiento psicológico intenso son necesarios para afrontar una perdida no tiene base solida y en general ensalza un sufrimiento estéril e innecesario.
Tercer mito sobre el trauma: es importante elaborar las perdidas.
En este caso no me refiero tanto al hecho de que esto sea una idea errónea si no al significado de elaboración.
Parece estar suficientemente comprobado que el hecho de hablar a los demás sobre una experiencia traumática es beneficioso para las personas. Sin embargo hay que tener en cuenta dos importantes matices.
En primer lugar, algo fundamental en todo el contenido del artículo, la gran importancia de las diferencias individuales en estas cuestiones. Igual que es posible que una persona pase por las cinco fases del duelo que comentábamos al principio puede suceder que alguien vaya directamente a la última o que no pase por ninguna. Cada persona reaccionará de manera distinta. De la misma forma habrá quien obtenga más o menos beneficio de hablar sobre su trauma y hay que respetar los tiempos y formas de cada uno.
En segundo lugar, hay una gran diferencia entre, entender elaborar como pensar sin culpa sobre lo acontecido, analizar las consecuencias y actuar, lo cual resulta muy positivo o entender elaboración más bien como rumiaciones, una ideación obsesiva donde una y otra vez se da vueltas sobre lo sucedido sin un propósito claro. Esto no sólo no beneficia si no que en general va a perjudicar la recuperación ante el trauma.
Cuarto mito sobre el trauma: El malestar es pasajero.
La base de este mito es la creencia errónea de que existe una duración adecuada o «normal» para la superación de un determinado trauma.
Quizás podríamos hablar del problema de quién y cómo decide la duración «normal» o sobre cuando nos empieza a parecer excesivo el tiempo dedicado a un duelo. Pero, más allá de esto, hay diversos estudios que muestran como algunas perdidas pueden provocar cambios persistentes en la personalidad, en como interactuamos o en nuestro estado de ánimo. Según Avía y Vazquez distintos estudios señalan que un 20-25% de las personas que sufren la perdida de un ser querido tendrán dificultades en su ajuste posterior, incluso durante años.
Mención a parte merece una contradicción en la que muchas veces caemos.
Por un lado reclamamos a las personas un cierto grado de malestar que consideramos adecuado (de nuevo hay que remarcar que no hay ninguna norma que indique cual es la reacción normal ante un trauma) y por otro lado exigimos que se repongan en un corto periodo de tiempo, dando muy poca tolerancia a que las muestras de dolor se prolonguen.
Quinto mito sobre el trauma: el tiempo todo lo cura.
Con este mito me refiero a la idea de una fase final de aceptación o resolución con la que se llegaría (con relativa rapidez) a un estado equivalente al que se tenía antes del trauma. Esto implicaría una aceptación intelectual, dar sentido a lo que ha pasado y una aceptación emocional, dejar de sentir dolor por el trauma.
Hay datos que sugieren que este estado no siempre se alcanza. En ocasiones hay traumas que hacen que las personas cambien sus convicciones o creencias y esto no indica incapacidad o mala salud mental.
En otras ocasiones la superación del dolor tras un trauma acaba siendo un proceso continuo más que un dejar atrás.
No quiero decir con esto que no sea positivo dejar atrás el dolor y reiniciar nuestras vidas tras un duelo o una experiencia traumática si no que hay circunstancias que cambian a las personas, que no siempre son capaces de superarlas. Evitar juzgar o ser juzgados por ello es, en muchas ocasiones, la mejor ayuda que podemos brindar.
Música: «whiskey» por Tamara Laurel
Ridi says
Sin embargo se mueve…
Sin embargo duele…
El saber que es en realidad la muerte cambiaría definitivamente nuestra percepción.
El saber que es en realidad la vida cambiaría definitivamente nuestra percepción.
¿Será el miedo a la vida proporcional al miedo a la muerte?
Lo que sé es que la naturaleza de esta vida posee la estructura ficcional de un sueño, y los conflictos se producen cuando la capacidad de imaginar la propia ficción se somete a una proposición externa establecida como la normal y la única forma de representar artificialmente el ánimo. Por otra parte, el sufrimiento siempre formó parte de la materia prima creativa en el arte, como un producto de la pasión que no conoce límites, y es esa sensación eterna y permanente una característica de la misma expansión hacia la disgregación para perderse en el tiempo, en donde solo queda la memoria sensitiva de haberlo dado todo, que es lo que pone sentido a tal destrucción virtual. Es decir, poseemos una capacidad que no necesita el relato, que es, a pesar de él, sin embargo se pretende tener un control total y estático que es lo más cercano a lo que conocemos como una muerte virtual. Y de esa tragedia-comedia, abrimos los ojos y despertemos, aunque esta vez con la memoria de lo que pasó y con la inocencia intacta de poder darlo todo una vez más, ya sabiendo que hemos sobrevivido a la ilusión.
Muchas personas ponen su atención en lo que resta y han perdido, y no ponen atención en lo que les ha sumado y les ha enriquecido. Sin embargo esta sabiduría existencial de orden particular que converge en un colectivo, no debe suponer una justificación de los factores que se imponen en el orden de esta realidad artificial, constituida de la natural, que son direccionados por un poder que pone el acento en nuestras debilidades en provecho de una permanencia, control y superioridad mediante la acumulación del conocimiento con los que crean objetos de poder.
El formato mental colectivo debe adaptarse a una cultura que toma por cierto unas directrices que no consuman el valor de la existencia sino que pone el énfasis a un sistema de supervivencia básico, que como un medio de comunicación y relación con la realidad, se impone ser más verdad que la verdad natural que es desde donde se formó.
De la misma manera que cada persona puede crear su propio paraíso o infierno en donde experimentar, pueden hacer el siguiente ejercicio imaginativo de desmantelar la realidad artificial hasta su mínima expresión para observar lo que queda, los ojos del otro. Una vez que se diferencia la idea del Ser, es más que probable que cualquiera pueda ponerla sobre la mesa y analizarla como un vehículo lógico que lleva como contenido una sustancia de la que percibimos con algo llamado empatía, y así descubrir que esa esencia ,transportada por la palabra, es la misma que conecta las miradas más allá del relato, la intención, el deseo, la necesidad, la pasión, desde un impulso común que muchos han nombrado pero que muy pocos lo han experimentado y que la mayoría cree que es una interferencia en el pensar, cuando es la que forma todo pensamiento y acción.
valeria says
Muy interesantes y gran información, justo lo que buscaba para mi tesis gracias
Alfonso Caballero says
Muchas gracias Valeria, me alegro de que te haya gustado.
Un saludo!
Ricardo Snz says
Suelo tener problemas pues mis tiempos de duelo son largos y me daba mucho pendiente llegar a hacer algo que de una forma muy rebuscada podría lastimar a alguien, pues pensaba pasarían por lo mismo que yo . Me abre la mente y me tranquiliza saber que todos somos diferentes y si algo parece no afectar a los demás, posiblemente es por qué no hay tal impacto tan grande. En fin, gracias por la nota, excelente post.
Saludos
Alfonso Caballero says
Un saludo Ricardo, me alegro de que te haya resultado útil, un saludo!!
Delia says
Dios es grande.conoci al Dr.Alfonso Caballero y tuve la certeza que me ayudaría ahora estoy mejor y solo unos minutos de leer sus mensajes.vivo eternamente agradecida. Perú Usuario Delia Anicama de Kong
carles says
Apreciados,
Estoy revisando todos los post en ivoox me parecen sencillamente espectaculares, gracias por vuestro altruismo.
Un abrazo,
Carlos.
Alfonso Caballero says
Muchísimas gracias Carles, me alegro mucho de que te gusten y espero que te sean útiles.
Un Abrazo!
Marina Magaña says
En noviembre mi madre murió en mis brazos, tras seis meses de padecer un cáncer muy agresivo que la fue deteriorando terriblemente. Fue un golpe terrible su partida, pues su tratamiento médico indicaba progreso.
Pese al inmenso dolor, tengo una paz y una serenidad de alma por saber que ya no sufre y que se le concedió su deseo de ya descansar.
Siento que estoy tranquila, no reniego ni estoy llorando todo el tiempo; sin embargo siento mi vida como en pausa, como que no avanzo hacia ningún lado. Casi no duermo. Si pudiera ilustrar esto, diría que vivo dentro de una gelatina.
Es depresión?
Alfonso Caballero says
Hola Marina, antes de nada disculpa que haya tardado tanto en escribirte.
Siento mucho tu perdida, cuenta desde aquí con todo mi apoyo y cariño.
Entiendo la paz que experimentas tras todo el dolor que has visto sufrir y has sufrido, y es normal que tengas un periodo de duelo que en muchas ocasiones se experimenta como tu describes. Haría falta una información más exhaustiva para determinar si has entrado en un proceso depresivo. Creo ,en cualquier caso, que es importante que te fijes en la progresión de tu estado (sin ningún tipo de presión) y analices un poco como evolucionas, por ese camino estarán algunas de las claves para determinar tu situación.
En cualquier caso, es importante que te des tiempo y seas consciente de que es un golpe del que tardamos en recuperarnos.
Un abrazo, mucho animo y para cualquier duda que tengas no dudes en ponerte en contacto (alfonso@psicologiaconalfonso.com)
Javier says
Ahora entiendo por que superé tan rápido mi "duelo" con respecto a una ruptura sentimental de 12 años de duración, llegué a pensar realmente que no era humano ya que en vez de venirme abajo y querer que me tragara la tierra lo llevé muy bien desde el primer día, aun que creo que fue por que me propuse a la vez dejar algunas adicciones como el tabaco o el café desde ese mismo día por lo que creo que eso me mantuvo demasiado ocupado como para pensar en otras cosas… en fin, es muy interesante este artículo, felicidades al fundador de la web, tienes mucho material y de muy buena calidad en tu sitio.
Alfonso Caballero says
Muchísimas gracias Javier, me alegro mucho de que el artículo te haya resultado interesante y de que te haya ayudado a reencuadrar alguna cosa. Un saludo y gracias de nuevo por compartir tus experiencias con nosotros.
Eva says
Welcome to the real world Irene!!! (como diría Morfeo xD). Enhorabuena a los papis.
Gracias por el podcast, Yo normalmente a la gente que me he cruzado en la vida que ha padecido un trauma o alguna situación difícil, le pregunto "¿qué puedo hacer por ti?", en vez de hacer, decir o creer que sé lo que puedo o lo que necesita esa persona.